jueves, 15 de abril de 2010

El anecdotario II. Vivencias de la Semana Santa

Como creo haber mencionado en algún momento, la Semana Santa la hemos vivido de una manera diferente a lo habitual y no solo por haberlo hecho en otro país, si no porque hemos tenido que comprar los uniformes escolares completos para 22 chicos de entre 7 y 18 años.

Esto ha sido una locura pero no podemos dejar de reconocer que hemos aprendido muchas cosas, por ejemplo...

Cuando te hacen una proforma (presupuesto) el precio parece ser válido solo para ese día, porque luego cuando vas, siempre te dicen otro precio distinto, curiosamente más caro que el de la proforma.

Es importante que a tus hijos no les crezcan los pies, o por lo menos que no superen la talla 33 porque salen más caros los zapatos, e incluso los calcetines! La verdad es que pasa con toda la ropa, cuanto más grande más cara.

Y con todo eso, comprar... uniforme para educación física, compuesto de calentador (pantalón de chandal), pantaloneta (pantalón corto), camiseta y zapatos de lona (zapatillas de lona de las de toda la vida). Uniforme de diario con pantalón, camiseta, zapatos y medias (calcetines blancos) Pero no "solo" eso, también mochilas, correas (cinturones), bikinis (calzoncillos) y hasta los bolsillos con el logo del colegio para ponerlos en la camisa!! Y sin contar claro, con un cuaderno de borrador (vamos, para hacer cosas a sucio) hasta que les den el listado con todo el material escolar que tengan que llevar.

Vamos que si comprar para 22 chicos es impresionante, lo que más me llama la atención aquí es lo de regatear el precio. Tienen totalmente asumido que les van a regatear y yo creo que por eso el primer precio está más inflado. La verdad es que se convierte en todo un arte, en el que realmente, creo que siempre ganan ellos, jejeje. Bueno..., siempre no. Al comprar las mochilas, la mujer de la tienda nos dijo que nos dejaba todos los modelos a 8 $ y cuando vio las que nos llevábamos, me dio la sensación de que su cara cambiaba de color...

Una vez hechas todas las compras, el salón de nuestra casa parecía el salón de una familia numerosisima en Navidad. Todo lleno de montoncitos preparados para cada chico. Naiara se hinchó a marcar la ropa y yo la iba metiendo en cada mochila.

Aunque luego alguno se quejó un poco, todos los esfuerzos merecieron la pena viendo las caras de satisfacción, sobre todo, de los más pequeños.

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